Las perspectivas para este año no son alentadoras. Este año será un camino tortuoso para los venezolanos El agravamiento de la crisis por la falta de respuestas del gobierno, que dio señales de radicalizarse, aumentará el malestar social
By CARMEN VICTORIA INOJOSA |
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El presidente Nicolás Maduro señaló esta semana, en su primer mensaje del año, que 2017 sería “el año de la recuperación”. Pero el que comienza será un camino a ciegas para los venezolanos. Sin presupuesto conocido y con un velo sobre indicadores como la inflación, que algunas consultoras calculan por encima de 500%, la economía marcará la mayor dificultad en 2017, cuando se espera que el aumento de precios se acelere, y que la escasez de alimentos se siga agravando por la reducción de las importaciones y de los ingresos por el recorte de la producción de petróleo acordado por la OPEP. La nebulosa que ha creado el conflicto por la salida de Maduro a través de elecciones y la radicalización de las medidas del gobierno sumarán escollos en la vía. Los analistas prevén que por el agravamiento de los problemas que más preocupan a los ciudadanos, como la escasez de alimentos y medicamentos y la inseguridad, aumentará la conflictividad.
Un gobierno radicalizado y una oposición a la que le toca presionar
Los problemas no resueltos en materia política de 2016 continuarán arrastrándose en 2017: profundización de la crisis y el forcejeo entre gobierno y oposición, la situación de desacato de la Asamblea Nacional y la obstaculización del Tribunal Supremo de Justicia para dejarla sin efecto a través de sentencias. Además, la incertidumbre sobre la realización de las elecciones regionales y municipales previstas para finales del primer y segundo semestre del año, respectivamente. El año comenzó con un gobierno aún más radicalizado y una oposición a la que le tocará presionar.
La primera alocución de 2017 del presidente Nicolás Maduro no dio tregua al asegurar que el Parlamento “va rumbo a la autodisolución y a la convocatoria de nuevas elecciones”. Aunque para el politólogo Guillermo Tell Aveledo este podría ser un escenario posible para el gobierno, señala que el tema sería cómo hacerlo sin que eso se les revierta electoralmente en un contexto de baja popularidad. Para el coordinador de Venebarómetro, Édgar Gutiérrez, lo expresado por Maduro “luce innecesario” cuando al chavismo le funcionó en 2016 “maniatar al legislativo por la vía del TSJ”.
En cambio, el analista político Ricardo Sucre considera que el gobierno empleará una política de supervisión y contención parlamentaria, para obstaculizar a la Asamblea cuando se sienta amenazado.
Pero las señas que Maduro dio el miércoles al cambiar su tren ministerial permiten tantear que sus acciones en 2017 tienden a la radicalización. “Muestra un gabinete parcialmente remozado que envía un mensaje de mayor radicalización y vocación de asumir un mayor control político”, manifiesta Gutiérrez. Que ahora esté Tareck el Aissami en la Vicepresidencia Ejecutiva es clave para descifrar el ajedrez de la coalición chavista: “No extrañaría que sea una jugada de Maduro para madrugar a otras facciones que aspiran desplazarlo. Pero para nadie es un secreto que el ex gobernador de Aragua tiene sus propias aspiraciones”.
Los anuncios de expansión y recuperación del país, así como también la consolidación de todas las misiones, suponen ganar el terreno perdido en 2016, incluso con miras a las elecciones. “Con la mayoría de las encuestas en contra, la estrategia es conocer a los públicos para tener mejor rendimiento y esperar no perder. Esto lo permiten los CLAP, las tarjetas socialistas y las misiones. Todas tienen su arista electoral y el gobierno las utilizará”, expone Sucre.
Planes sin fantasías
Pese a que la aprobación del gobierno ha caído en las encuestas y existe un deseo de cambio político, la obstrucción a una salida electoral cada vez encierra más a los venezolanos. “La ciudadanía está muy cerca del desbordamiento, de salirse de los cauces que la mantienen dentro de la institucionalidad”, expresa el politólogo Luis Salamanca.
Advierte que la oposición deberá concretar un “plan sin fantasías”. “La MUD tiene que tener una estrategia clara frente a la colectividad. Esta no puede ser sobre cosas latentes, sino reales. Lo que tienen a la mano es la calle y los comicios para que el gobierno no los posponga”, señala.
Salamanca asevera que el escenario para la oposición es luchar por la realización de elecciones: “Van a depender del nivel de presión nacional e internacional. Ya debería existir un cronograma del proceso electoral por parte del CNE”.
Esta situación podría agravarse dado que partidos miembros de la Unidad Democrática deben someterse al proceso de legalización ante el órgano electoral. “Lo contemplo porque hay pendiente un proceso judicial contra la MUD. Está la posibilidad de quitarle la tarjeta. Como no pueden suspender los comicios indefinidamente, en ese contexto pueden buscar hacer las elecciones bajo un formato nicaragüense”, apunta Salamanca.
En noviembre en Nicaragua se realizaron las elecciones presidenciales en el que el único candidato importante fue Daniel Ortega. La oposición se retiró tras ser anulado su candidato y eliminada de la casilla electoral por fallo de la Corte Suprema de ese país.
Conflictividad no disminuirá en 2017
En un panorama en que el juego político se encuentra suspendido, el gobierno amenaza con radicalizar la revolución, la oposición no da muestras de una dirección política clara y la penuria social se impone. En 2016 el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social contabilizó más de 6.000 protestas motivadas por exigencias a las garantías de servicios básicos y alimentación. 2017 no escapará de ellas.
El especialista en conflicto político y procesos de pacificación, Miguel Ángel Martínez, prevé que la conflictividad social continúe en aumento a lo largo del año: “Pese a que no hay cifras oficiales, la evolución de indicadores cruciales por su incidencia en la conflictividad social –tasas de homicidios, mortalidad infantil y materna, acceso a servicios básicos, protestas, contagios de enfermedades, escolaridad– ha tendido a empeorar durante los últimos años y nada augura que puedan mejorar en los próximos meses; todo lo contrario. En la medida en que la situación personal de los ciudadanos empeora, la propensión al conflicto social tiende a aumentar”.
Las exigencias por condiciones mínimas de una vida plena ante la interrupción de proyectos de vida, frustración y descontento podrían desencadenar en más saqueos, tomas de calle y violencia. La psicóloga social María Teresa Urreiztieta reconoce que “el país se encuentra en un estado de conmoción existencial en que predomina la incertidumbre sobre lo que va a suceder”.
Como consecuencia el clima actual es de un alto riesgo social. “Claro que va a seguir habiendo saqueos, se van a multiplicar las protestas por exigencias económicas, derechos sociales. La población muestra esos signos. El Estado va a responder con lo que le va quedando que es la represión. Hay un pueblo que espera su oportunidad para expresarse. Ojalá que el gobierno no insista en hacer que se exprese a través de la violencia, con estallidos”, enfatiza Urreiztieta.
Para Martínez algún tipo de comicios ayudaría a canalizar política e institucionalmente el previsible aumento de la conflictividad social: “El problema radica, por una parte, en la poca disposición que muestra el gobierno para facilitar este tipo de consultas, cuando no manifiesta su abierta disposición a impedirlas, dado que es fácil prever que en la mayor parte de los comicios sería derrotado, y por otra, en la sensación creciente que tiene la gente de que la política no está resolviendo sus padecimientos más importantes”.
Urreiztieta concluye que la conflictividad va a crecer en la medida en que exista la necesidad de un juego político que permita un nuevo rumbo en el país.
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