El ganador del Premio Tusquets, dice que "es muy difícil pensar a la velocidad de esta crisis". Aunque trabaja y vive entre Ciudad de México y Caracas, sufre como venezolano y sentencia: "nadie se merece la catástrofe que estamos viviendo"

Alberto Barrera Tyszka logró gestar una narrativa coherente sobre la batalla que el Presidente Hugo Chávez tuvo contra el cáncer, entre el 2011 y su muerte en el 2013. Con esta historia, el escritor venezolano resultó ganador del XI Premio Tusquets de Novela por su obra Patria o muerte, título que el jurado valoró por "la valentía" de contar la realidad venezolana.

Ese absorbente ritmo narrativo que propone Barrera Tyszka en esta novela, refleja las angustias y complicaciones de una sociedad que vive bajo el elocuente manto de fango de un líder que supo utilizar muy bien el arma de la manipulación mediática y el proselitismo carismático, digno ejemplo de manifestaciones ya trazadas por George Orwell en su libro 1984.

El autor de las novelas También el corazón en un descuido (2011), La Enfermedad (2006) y Rating (2011), consolida, en su más reciente creación, Patria o muerte, una traducción de la última etapa de vida del Presidente de la República. Es un libro que se lee con atención y que produce una huella. Un monólogo que se expone a través del género periodístico de la crónica para trazar el hilo de la historia y de la semblanza del personaje.

Entre las revelaciones de la historia, el autor venezolano muestra a Chávez como un personaje invasivo de la realidad y vida de los venezolanos; como una presencia que ocupa el imaginario de todos los ciudadanos.

Entre las ciudades de Medellín -a donde recientemente fue invitado a la Fiesta del Libro-, y Ciudad de México, donde reside, Barrera Tyszka respondió algunas preguntas de Contrapunto.

La primera pregunta, o la que parece obvia a los deseos de la mayoría de los lectores de Patria o muerte es: ¿cuáles fueron los retos que le impuso este libro y el tema, primero desde el punto de vista personal y también como venezolano, y luego, desde el terreno del escritor, narrador, propiamente lo referido a la técnica y las exigencias literarias?

-Escribí Patria o muerte sin tener, inicialmente, la intención deliberada de escribir una "novela política" o un retrato de nuestros tiempos. Más que un ánimo editorial tenía una suerte de desazón personal, la misma incertidumbre y las mismas preguntas que tenemos muchos venezolanos frente a esta historia. Creo que la novela es un intento de ordenar esas interrogantes, desde varias voces distintas, desde personajes diferentes, desde diversas versiones de un mismo país.

- Literariamente, sentí que tenía dos desafíos: por un lado jugar con lo real, con el registro de lo que supimos o no supimos sobre la enfermedad y muerte de Chávez. En ese sentido, todo lo que aparece mencionado en el está rigurosamente documentado. Por otro lado, debía jugar con la ficción, con una cantidad de historias de ficción que se iban entremezclando y que terminaban desarrollando una suerte de narración coral. El reto era cómo armar un relato con todo esto sin perder tensión, suspenso, velocidad... Creo que fue lo que más me costó y trabajé, un ritmo narrativo que trata siempre de dejar sin descansos al lector.


En literatura nunca nada es suficiente

-Un autor con su trayectoria puede ofrecer algunas luces a las nuevas generaciones que estamos dispuestas a narrar historias contemporáneas. ¿Cree usted que ya todo está escrito, sellado, narrado, dialogado?

-Por supuesto que no todo está escrito. Que alguna realidad, además, haya sido ya narrada no implica que esté agotada. Lo extraordinario de la experiencia literaria es que jamás termina, nunca es conclusiva. En literatura, nunca nada es suficiente. Ni siquiera aquello que en algún momento consideramos perfecto. No es un asunto de temas, de referentes, sino de formas, de ejecuciones. La realidad es la forma. El verdadero cuento está en la manera en que se relata tal o cual historia. Y las posibilidades de narrar son infinitas. Cada vez que alguien empieza a escribir, siempre puede estar a punto de inventar algo nuevo.

-Las inspiraciones son necesarias para poder construir narraciones poderosas o con sustancia. En este sentido, ¿cuál sería para el autor más importante de esta época y con el que usted más se proyecta?, y además, ¿cuáles autores son importantes revisar para que nos animen a ser más sensibles, menos dogmáticos y que nos transformen en seres con razonamientos válidos?

-Creo que las preferencias, en términos de lectura, van variando. No siempre a uno le gustan los mismos autores o los mismos libros. Uno no lee siempre de una misma manera. Uno como lector también va cambiando. Hay algunos autores, de "esta época" como dices, que para mí han sido fundamentales, que me han ayudado a vivir y a escribir más y mejor. Te nombro algunos: J.M Coetzee, Wislawa Zymborska, Enmanuel Carrere, Vasii Grossman, Al Álvarez, Eliseo Diego, Eugenio Montejo...

-Aprovecho para felicitarlo por ser galardonado con el Premio Tusquets por su novela Patria o Muerte, una narrativa muy valiente. Respecto al personaje central, Chávez, pregunto: ¿puede el ser humano entregar, de manera dogmática, sus esperanzas ante las promesas de un líder político que generó tanto odios como amores?

-La historia más reciente de la humanidad responde a tu pregunta. El ser humano tiene la capacidad de someterse o de soportar sometimientos indescriptibles. La capacidad de humillación también es una característica del ser humano. Y los modelos autoritarios evidencian esto de manera permanente. A medida que occidente ha ido avanzando, y conquistamos espacios de civilización, ha sido más difícil legitimar la fuerza bruta, pero la violencia sigue ahí, tomando otros ámbitos, con mayor adorno y sutileza, pero ejerciendo su presión, su poder, imponiéndose sobre los otros. Todo esto, además, puede hacerse a nombre de la utopía, como ocurre ahora en Venezuela. Maduro censura, reprime, viola los derechos humanos y luego dice: "ha triunfado la paz".

-¿Patria o Muerte es un manual de sobrevivencia para entender el arquetipo de un caudillo, o una propuesta literaria preventiva para demostrar la enfermedad del poder?

-Ni lo uno ni lo otro, o al menos desde mi punto de vista. Es decir, que como escritor no me lo planteé jamás así. Nunca quise escribir un manual de supervivencia ni tampoco proponer un análisis social. Yo traté de ordenar en unos relatos lo que veía y vivía, lo que quizás no sabía explicar demasiado bien. Ya, luego, cada lector es dueño de su propia experiencia de lectura. Yo no puedo ni quiero meterme en ese territorio.

-Filosofar sobre las realidades en Venezuela ya es una necesidad venida a menos, se percibe mucho desapego. Para esta generación, ¿habrá esperanza de formarse, de seguir viviendo como seres humanos dignos en una nación que pueda representarnos como ciudadanos con méritos?

-Yo estoy entre Ciudad de México y Caracas. Me muevo por asuntos de trabajo, pero voy y vengo con mucha frecuencia. Y es cierto que el movimiento de la crisis es vertiginoso. Salí de Caracas en enero y volví en junio y sentí que casi estaba en dos países diferentes. El deterioro del país va más rápido que nuestra capacidad de entenderlo. Es muy difícil pensar a la velocidad de esta crisis. Nadie se merece la catástrofe que estamos viviendo.


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